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El cuento de la criada de Margaret Atwood

Actualizado: 18 ago

Vera Allende


Publicado originalmente en 1985, El cuento de la criada  de Margaret Atwood es una de las novelas más emblemáticas de la autora y un pilar de la ficción distópica contemporánea. La obra construye una crítica feroz y lúcida a las estructuras de poder patriarcal, la violencia institucional y el uso del cuerpo femenino como territorio de disputa ideológica, religiosa y política.

La historia está narrada desde la voz íntima, fragmentaria y profundamente humana de Defred, una mujer que vive en la República de Gilead, un régimen totalitario que ha reemplazado a los Estados Unidos. En esta sociedad, las mujeres han sido despojadas de todos sus derechos: no pueden leer, poseer bienes, ni decidir sobre su cuerpo o su destino. Las que aún pueden concebir han sido convertidas en criadas, es decir, esclavas sexuales destinadas a la reproducción forzada para las élites estériles del régimen. Defred —cuyo nombre indica su pertenencia a su “amo”, el Comandante Fred— nos guía a través de su experiencia personal, sus recuerdos del tiempo “antes”, y su angustioso presente.


El cuento de la criada de Margaret Atwood

Uno de los aspectos más potentes de la novela es el modo en que Atwood entreteje el horror con una cotidianidad estremecedora. Lo monstruoso en Gilead no radica en criaturas sobrenaturales o guerras apocalípticas, sino en la naturalización de la opresión, en la capacidad humana de acostumbrarse al control y al dolor. El estilo de Atwood es preciso, sobrio, a veces poético, y logra transmitir una sensación constante de encierro, de vigilancia y amenaza. Los silencios, las repeticiones, los recuerdos difusos, todo contribuye a la atmósfera de tensión psicológica y emocional que vive la protagonista.

La novela no presenta una resistencia heroica en el sentido tradicional, sino una forma más sutil, ambigua y realista: el intento de preservar la memoria, la intimidad, el deseo. A través de los pequeños gestos —una mirada furtiva, una palabra susurrada, un pensamiento prohibido— Defred afirma su humanidad frente a un sistema que intenta anularla.

Aunque El cuento de la criada se inscribe dentro del género distópico, su fuerza radica en lo verosímil. Atwood ha insistido en que no inventó nada: todo lo que describe tiene raíces en hechos históricos o contemporáneos. Por eso, la novela se siente peligrosamente cercana, como una advertencia sobre los riesgos de la complacencia política, la manipulación religiosa y el retroceso en los derechos de las mujeres.

Más allá de su evidente carga feminista, la novela también plantea preguntas filosóficas y éticas: ¿qué estamos dispuestos a tolerar para sobrevivir? ¿Dónde se sitúa el límite entre adaptación y traición? ¿Puede mantenerse la esperanza en condiciones de absoluta opresión? Estas interrogantes la vuelven una lectura relevante y provocadora en cualquier contexto.

Desde su publicación, El cuento de la criada ha generado múltiples lecturas, adaptaciones teatrales, cinematográficas y una exitosa serie televisiva que ha reavivado su popularidad, especialmente en el contexto del resurgimiento de discursos conservadores y autoritarios en diversas partes del mundo.

En definitiva, El cuento de la criada es una obra incómoda y necesaria, un espejo oscuro que nos interpela sobre el presente tanto como sobre el futuro. Atwood nos ofrece un relato que no busca cerrar con respuestas, sino abrir fisuras, sembrar inquietudes y recordarnos que lo distópico no es un destino lejano, sino una posibilidad que empieza con cada pequeño acto de olvido o sometimiento.

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