“Blanco” de Han Kang
- wuffarteinfo
- 21 ene
- 3 Min. de lectura
por Lou Reyes
Han Kang tiene una voz narrativa y poética poderosa, tiene sello propio: camaleónica, pero reconocible, se funde con solvencia en muchos géneros. Merecido premio Nobel de Literatura 2024 «por su intensa prosa poética que confronta traumas históricos y expone la fragilidad de la vida humana» (Academia sueca, 2024). Nació en Corea del Sur. En la actualidad vive en la ciudad que la vio crecer —Seúl— y donde ahora también crece su hijo.

Blanco es un diario de duelo y un particular cuaderno de viajes, pero no es para todo el mundo. La voz libre de Kang duele, escuece y quema durante su viaje interno y externo. Expone la niebla mental de una vida al libre y crítico pensamiento del instante, ese que va y viene o quizá no vuelva más. Contiene dos voces narrativas y tres capítulos:
B
E L L A
A
N
C
Y O
La novela se presenta bajo una narrativa epistolar. Aunque no se fechen, los capítulos sí están ordenados por tiempos: “Hay veces que percibo el tiempo como algo afilado” (Han Kang). Unos tiempos que se explican desde la evocación de objetos, sensaciones, alimentos o cualquier otro concepto que pertenezca a “todo lo blanco”. La medida del tiempo es también otra: BLANCA, al igual que su permanencia. Blanco tiene muchas capas de gradación de color, ese genial espectro hace que sea una obra viva y que en cada nueva lectura descubras cosas diferentes:
Había llegado allí imitando el andar de las personas que nunca se han desmoronado. Había tapado las partes no cosidas con velos limpios a manera de remiendo. Había olvidado las despedidas y los duelos. Había creído que, si confiaba en que no estaba rota, no seguiría desmoronándose (Han Kang).
El libro es una oda a la resignificación de lo efímero y lo cotidiano. Una poética íntima que quizá beba de la honesta pluma de otra Nobel y comparta hitos históricos: Gabriela Mistral, al conseguir en 1945 «por su poesía lírica que, inspirada por poderosas emociones, ha convertido su nombre en un símbolo de las aspiraciones idealistas de todo el mundo latinoamericano» (Academia Sueca). Fue la primera mujer poeta hispanohablante elegida y menor de sesenta años, cuando leo su “Comienzo” entra a dialogar en mi cabeza con el listado que elabora Kang en las primeras líneas de Blanco: manta de bebé, bata de recién nacido, sal, nieve, hielo, luna, arroz, ola, magnolia blanca, pájaro blanco, risa blanca, papel en blanco, perro blanco, canas, mortaja.
Comienzo
La niebla tiene pliegues de sudario
Dulce en el palpo, en la boca salobre,
Y volverás a ir al canto mío.
Siempre viviste lo que yo vivía
Por otro atajo irás y al lado mío.
Tal vez la niebla es tu aliento y mis pasos
Los tuyos son por desnudos y heridos.
(Gabriela Mistral)

Blanco es experiencial y puede provocar una emoción tal que, aunque no sepas explicar el porqué, seguro llevará a hacer una lectura continuada. Es ineludible llegar al final y comprender todo lo blanco. Pero, hay una condición: es necesario dejar a un lado los prejuicios y solamente leer a Han, permitirle que lleve a una psique, escarchada de violetas azules, a conocer el sendero de todo lo blanco y el camino del estremecimiento:
Avanzamos sobre las aristas de ese tiempo afilado, sobre el límite transparente del precipicio que se renueva sin cesar. (…). Ahora mismo siento ese estremecimiento. Me estoy adentrando como una temeraria en el tiempo aún no vivido, en el libro aún no escrito (Han Kang).
Este libro es la obra elegida para esta reseña debido a que, en sus páginas, se ve a Han Kang en estado puro. Su final quizá deje huérfano al lector. Pero este, una vez más recordará a Han diciéndole: “Cuando acaba un día que ha sido largo, hace falta un momento de silencio” (Han Kang).



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